La Biblia o las Sagradas Escrituras es la única regla infalible, suficiente, y certera de todo conocimiento, fe y obediencia que lleva a salvación. La autoridad de las Sagradas Escrituras, la cual debe creerse, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino únicamente de Dios (que es la verdad misma), el autor de las Escrituras; por lo tanto, deben ser recibidas porque son la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es el juez supremo, por el cual deben determinarse todas las controversias de religión, y todos los decretos de consejos, opiniones de escritores antiguos, doctrinas de hombres y espíritus privados, deben ser examinados a la luz de las Escrituras, y en cuya sentencia debemos descansar. Nada más puede tener esa autoridad aparte de las Sagradas Escrituras que fueron dadas por el Espíritu Santo. La regla infalible de la interpretación de las Escrituras es las Escrituras mismas; y por lo tanto, cuando hay una pregunta sobre el verdadero y pleno sentido de cualquier Escritura (que no hay muchas, sino una), debe ser buscada en otros lugares en las Escrituras que hablen más claramente del mismo tema. Por esta razón, es imperativo que el discípulo del Señor Jesucristo no sólo posea una copia de la Biblia, sino que sea estudiada y memorizada.